Cualquier persona puede cometer errores que producen ofensas en quienes le rodean, y esas ofensas suelen traer consigo un sentido de culpa para su causante.
Si la persona se desentiende de la realidad ignorando la ofensa que ha producido, o proyecta sin razón su culpa sobre los demás eso solo sirve para provocar un daño mayor.
El desconocer un error no remedia el mal sino que profundiza más la herida producida, para poder vivir felices, todas las personas tenemos que dar y recibir perdón. Muchas veces sin quererlo ofendemos a alguien y necesitamos recuperar la paz, para ello debemos aceptar nuestra culpa, pedir perdón y reparar la falta cometida.
Sentirse culpable puede ser algo positivo si nos lleva a reflexionar y a buscar remedio. En cambio, sentirse habitualmente inocente de todo suele ser el síntoma de la acción del orgullo. No debemos ser cortos de vista con nuestros errores y agudos con los de los demás.
Perdonar y pedir perdón son cosas que generalmente van muy unidas, es verdad que nos sentimos ofendidos, pero también hay ofensas nuestras, porque los agravios suelen entrecruzarse en una maraña muy compleja .
La vida es demasiado corta para almacenar odio y rencor en nuestro corazón, aunque sientas la tentación de recordar la ofensa, debes ser capaz de superarla y perdonar (además, muchas de las ofensas son imaginarias y otras están magnificadas).
Sea lo que sea o con quien sea, enfréntate a ello y trata de curar esa herida, toma el teléfono, escribe un email, busca un punto o un lugar de encuentro, memoriza unas palabras de acercamiento y déjalas fluir naturalmente.
Pide perdón!